martes, 10 de enero de 2012

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Estoy situada en la delgada línea entre querer callarme y querer soltar todo lo que guardo dentro. Noto algo dentro de mi que me corta la respiración y no lo soporto. Quiero arrancarme el corazón y no puedo. Quiero quemar mis sentimientos y ser la mujer de hielo. Lo extraño y no puedo evitarlo. Finjo la mejor de mis sonrisas y me planto en la calle. Camino con la mirada perdida. Me asusto. Su coche, su lugar de trabajo, su cafetería favorita, su tienda favorita... No aguanto más y me vuelvo a mi casa. Pongo la radio y suena una de las canciones que tarareabamos hace dos días en su coche. Me echo a reír. El karma no está de mi parte.

Pasan dos minutos de coma temporal, reacciono y me enciendo un cigarro. Mil sentimientos invaden mi cuerpo entero: amor, odio, rabia, tristeza, ira... Quiero clavar mis uñas en las paredes. Mentira. Quiero clavarlas en su espalda como cuando haciamos el amor y era yo la que hacía que se le acelerase el corazón y le marcaba el ritmo de su respiración hacia mis oídos. Era yo la que tenía el control ¿sabes? O quizás no. Quizás él fue el que tuvo las riendas todo el rato sin que yo lo supiera. Sí, es eso. Él sabía que me tenía pero yo también lo tenía a él. Eramos uno. Me echo a reir de nuevo... ¡Qué pantomima!

Abro el cajón de mi mesilla y cojo una de esas pastillas que te hacen fliparlo, que te devuelven a tu otra realidad . Y vuelvo a ser feliz durante un rato. La habitación blanca se vuelve de colores. Yo floto. Su cara está en el techo sonriendo con esas gafas tan horribles que tanto odiaba. Pero su sonrisa es perfecta, como siempre. Vuelve a decir mi nombre y eso me alegra. Me da un beso como siempre y no deja de reir mientras me coge de la mano. Me dice que me vaya con él que todo fue un error. El efecto se está pasando y el se vuelve transparente... Rápidamente cojo otra pastilla en mi mesilla y lo vuelvo a ver claramente. Me vuelve a coger de la mano y me dice que me vaya con él. Y me voy. Y jamás vuelvo...

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