domingo, 19 de diciembre de 2010

Press Play.

He hecho lo que tenía que hacer. Pasar página de una vez aunque todas mis pesadillas lleven tu nombre. Tú esperas el odio hacia mi, pero, ¿sabes qué? Eso sería darle demasiada importancia a alguien. Ni siquiera eres alguien. Algún día lo fuiste, no te voy a engañar, pero ahora eso es simplemente un burdo recuerdo de algo tan efímero que está a punto de desgranarse en polvo y cenizas. Como el tiempo. Como el tiempo que nos queda.

No tengo ni puta idea de lo que estoy escribiendo. Solo sé que me apetecía desahogarme como aquella vez que nos bebimos aquella botella de ginebra tirados en la arena, ¿recuerdas? Tú contabas las estrellas mientras yo me enredaba en tu pelo y te hacía reír con algunas de mis teorías absurdas sobre el universo. Comparabas mis lunares de la espalda con las constelaciones que observabas. Y lo hacías con tus dedos suavemente pero consiguiendo que se me erizasen los pelos de mis brazos. Realmente aquella noche fue una de las más bonitas de la historia.

Me pregunto que será de ti en unos años, amigo. Sé que entonces estaremos a años luz uno del otro, que los recuerdos cada vez contendrán menos sentimientos, pero no me importa. No me importa porque ahora esos recuerdos son mi aliento cada mañana, aunque poco a poco se irán esfumando para ser sustituídos por otros. Es triste ¿verdad? Personalmente es mi talón de Aquiles, el que crea un torbellino en mi estómago que me quita la respiración hasta que consigo gritar mi propio nombre en mi cabeza y la recupero como cuando te hundes en la bañera y sales para exhalar una bocanada de aire que te devuelva la vida.

No paro de pensar en lo que hiciste. Yo estaba desarmada y me lanzaste tus balas. Atravesaron en un suspiro mi corazón y a ti no te importó en absoluto. Fingí mi muerte para desaparecer de tu vida y contradictoriamente tu viniste a buscarme. Querías hacerme sufrir y retorcerme en el abismo negro que tu mismo creaste. Corrí y corrí aunque me cerrases todas las puertas que abría, pero finalmente logré escapar. Y desde ese día supe que aquella era la historia interminable.

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